martes, 27 de octubre de 2015

Todo es cuestión de perspectiva. Parte I





¡Oh! ¿Pero no oyes las voces de la oscuridad?
Tranquilo nadie las oye hasta que su alma se oscurece.

El maestro a un pupilo.



                                            

                              En buena hora se me ocurrió, aceptar esa invitacion de mis amigos para acampar por la noche en este maldito bosque. ¡Ay si lo hubiese sabido! ¡Si aquella mañana hubiera conocido lo que en la noche me aguardaba!
¡Ya es tarde para arrepentirme!, llorar ya no sirve.

El bosque que me rodea es oscuro, amenazante, caótico y....
terrorífico.
En mi estómago y por toda mi espalda noto una sensación que supera el más amplio de los terrores. Lo que siento no es un simple escalofrío o un presentimiento, no, lo que siento es la más profunda, terrible y mórbida de las certezas.

Si, una certeza, la certeza de unos invisibles ojos mirándome y de unas intangibles fauces buscándome en la oscuridad.

Giro sobre mi eje varias veces, buscándolas, pero no las veo, quizás sea mejor así.

Tiemblo.

Mi única arma es una linterna.

La esgrimo,  como si tuviera el poder de defenderme de cualquier cosa poco más tangible que la oscuridad, e incluso esta, parece volverse cada vez más sólida.

Como una terrible trampa.

Y yo, tiemblo como un insecto en una increible desgracia.

Ya llega....

Lo último que veo es una sombra, temible, terrible y mortal que sale de la oscuridad y atraviesa el espacio rápidamente hacia mi rostro.


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