Eduardo
Paz Fernández era un tipo muy paciente, esperaba por la mañana, al mediodía,
por la tarde, por la noche, ¡Qué me parta un rayo si no esperaba también en la
antesala de los sueños a que Morfeo le escanciase unas bellas fantasías!
Era
tan paciente que al final fue contratado en un hospital para ejercer de
paciente.
Su
tarea consistía en escuchar las buenas nuevas, los desafortunados pésames, las
operaciones las revisiones…
La
noticia de un hombre con paciencia para dar y regalar recorrió todo el globo
más rápido de lo que lo hizo la noticia de la gripe aviar. Desde entonces todos
recurrieron a sus servicios, se encargaba de esperar los regalos, los
cumpleaños, las bodas, la novia, los nacimientos, los experimentos, las colas,
los semáforos, acaparó las esperanzas, las expectativas, las esperas,…
Y al
final no le quedó nada más que esperar su propia muerte, ya había esperados las
presentes y las que habrían de esperar, pero esta no llegaba pues siempre llega
cuando menos se la espera.
Al
final murió como todos de forma inesperada. Pero desde su lecho de muerte
Eduardo sonreía, pues a costa de su propia vida les había enseñado a esperar,
habían tenido que esperar la única cosa que él no podía: La muerte del propio
Eduardo.
Koldo Ugarte
Koldo Ugarte
Muy bonito Koldo, que díficil es tener paciencia, a veces :)
ResponderEliminarMe quito el sombrero y te felicito ;)) no sabes lo que me has ayudado ;)) la paciencia no es mi mejor don. Sigue escribiendo lo haces genial ;))) Enhorabuena
ResponderEliminarMe alegra que os haya gustado y la verdad es que se agradece mucho saber que la impaciencia es una enfermedad que padecemos todos. Ya sabéis "mal de muchos .....
ResponderEliminarGracias por los comentarios Reyes y Alicia. Un placer.