viernes, 18 de octubre de 2013

Un Hombre Reservado y Preservado



Agapito Pérez González, era un hombre muy reservado, y eso le gustaba a la gente. ¡Quién mejor para guardar sus secretos, calmar sus quejas, deshacer sus cuitas y reflexionar ante él! Agapito permanecía callado, no juzgaba, no opinaba, no reprochaba, no asentía, no negaba, solo escuchaba.
La gente comenzó a asediarlo, lo consultaban en los cafés de la mañana, en los filetes del mediodía, en los bocadillos de la tarde, en los chipirones de la cena… ¡Hasta en sueños le consultaban!
Siendo él un hombre tan servicial no supo, y no pudo negarse a atenderlos a todos. Los que le consultaban se peleaban entre ellos por su atención ensordeciendo la vida. Agapito languideció, enfermó y perdió peso.
Un día una brillante idea le golpeó iluminando todos los oscuros recovecos de su mente: ¡Podía poner turnos y atenderlos por orden de reserva!
Y la puso en práctica, ¡vaya si la puso en práctica!
Y así lleva haciéndolo milenios enteros, por cierto la muerte tiene el numero 698297349 ¡Debió de haber reservado mil años antes!

Por Koldo Ugarte

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